Adentro inquietud. Desasosiego. Pesadez en el espíritu a ratos. No me alarmo, sigo, pero no encuentro el valle de muchas aguas, donde crece el pasto, donde brilla el sol y hay paz. La plenitud se me escabulle y el tiempo también. Soy yo otra vez, el del ansia infinita. Mi sueño se ha poblado de fantasmas, mi religión la olvidé en un recodo del camino; me alejé de la ciudad para perderme en la ancha tierra y mis alforjas cobijan temores secretos y oscuros. Mis hermanos repartidos por el mundo buscan cada uno también su propio grial y arrastran su propia condena. Mientras el sol se derrama afuera siento que el tiempo me da alcance. Pero sigo; no miro hacia atrás. Mañana iré a la playa temprano y el mar, seguro, me dirá algo, un secreto, un buen presagio, algo que me sacuda la cabeza y me encienda la sangre como las caricias o el vino...
viernes, noviembre 11, 2005
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