jueves, noviembre 02, 2006

El imperativo de la reflexión ineludible



















Ayer vino R a Viña, y como era feriado y C tenía trabajo qué hacer cogimos el auto y nos fuimos a pasear. Estuvimos en Con Con comiendo empanadas, luego en la roca oceánica viendo como las olas reventaban a nuestros pies, acantilado abajo, fuimos a Valparaíso a turistear y rematamos en Journal comiendo chorrillana con un par de cervezas. Ahí mi amigo, que está atravesando por un período de crisis (se va a quedar sin trabajo dentro de unos meses, se murió hace poco un amigo en común y acaba de terminar una relación de tres años), me confidenció que estaba achacado, por que se ve enfrentado a darle nuevo rumbo a su vida tras plantearse esa pregunta difícil sobre qué es lo que quiere realmente y a sus 35 años no poder contestarse por que sencillamente no lo sabe. Me contó que siente que gran parte de lo que ha hecho en su vida, léase estudiar y hacer un postgrado, ha sido fruto de intentar subconscientemente cumplir con las expectativas que los demás, o que él le atribuye a los demás, tienen acerca de él, o sea ha hecho un gran sacrificio por lo que llamamos el “éxito”, esa weá media difusa que no es palpable ni masticable, pero que regula la conducta de harta gente. Conste que el loco no es un trabajólico elitista ni un arribista ni nada parecido: de hecho está más cerca de ser un hippie indecente, como el de la canción de Maná. Lo único que realmente le entusiasma y lo mantiene vibrante es la música (es músico paralelamente a ser médico), pero tampoco puede dedicarse full time a la guitarrita por que es la weá más inútil e improductiva del universo y ni siquiera tiene el crédito de haberla estudiado formalmente como para vivir de dar clases de guitarra, amén de una plétora de gente que tiene igual o superior talento y que le lleva mucha ventaja. Entonces C ve dos alternativas delante de sí: meterse de lleno en la vida profesional para seguir un decurso vital convencional con cuentas corrientes, crédito hipotecario a 20 años, auto en cuotas y familia con niños, etc., o lanzarse de cabeza a la música de una vez por todas y renunciar a todo lo otro, y no sabe qué es lo que realmente quiere, pero sabe que es el momento de decidir lo que va a hacer la segunda y última mitad de su vida…
Y el punto es que la pregunta es pelúa, poh…¿Qué es lo que uno realmente quiere?, por que es cierto que se puede pasar una vida existiendo en función de lo que uno cree que se espera de uno a la sombra de imperativos que con frecuencia son creaciones de uno mismo, a lo mejor para darle sentido a los días no más, a lo peor para no llegar a plantearse preguntas tan tremendas y difíciles como esa…y es difícil contestarse. O sea, yo lo encuentro difícil…Si ser feliz consiste en hacer lo que uno íntima y realmente quiere hacer, ¿Qué es lo que yo quiero?. Yo, al menos, me contesto con una frase de Michelet: “Feliz es el hombre que ha encontrado su trabajo y una mujer a quien amar”.
Y tú, ¿Qué es lo que quieres realmente?. Por que el tiempo sigue su marcha.