miércoles, julio 09, 2008

Paqueadas


Historias de pacos tengo varias, como la del paco que nos abordó a mi amigo David y a mi hace años en una fría noche de invierno en Rancagua mientras conversábamos parados en una esquina para paquearnos y terminó dando jugo y haciéndose el bacán y chistoso para nuestro divertimento. Era un pendejo, menor que nosotros, recién salido de la escuela seguro. Otra: el paco que llegó a paquearnos a otro sociate y a mi en situación similar a la anterior, pero esta vez a la salida de los tribunales de justicia en Valparaíso, preguntando qué hacíamos ahí; “nada”; que nos vayamos y wea; “pero, ¿por qué?”, y desde su sensación de inseguridad, larga la pregunta “¿Uds. Conocen el artículo 17. 976.643968bhrgablrtnxxx?”; (Admirados y a coro), “¡¿Noo..?!”; “Léalo y después conversamos”. Y se fue po, sintiendo que había hecho una salida dignísima, dejándonos dibujados primero y cagados de la risa después. Otra, la vez que estacioné el vehículo en la losa de la plaza Sotomayor como siempre pa cruzar al Playa y me pasaron un parte. Pido explicaciones a la pareja y uno de ellos me dice que está prohibido estacionarse ahí por que con el peso de los autos el suelo se puede hundir sobre el subterráneo que alberga el pequeño museo bajo la plaza. Puta, qué le iba a decir po weon…excepto que hubiese esperado que notificaran anticipadamente sobre la puesta en vigencia de la norma, pues siempre todo el mundo estacionó siempre ahí. Grande fue mi sorpresa y mi indignación cuando a la semana siguiente llego al mismo lugar y veo el parque copado como de costumbre y una pareja de pacos ahí mismo laissez faire care raja. Hasta hoy todo el mundo sigue estacionando ahí cada fin de semana, excepto cuando ellos no quieren-
Pero la más surrealista ha sido la siguiente: domingo tipo tres de la tarde, me bajé de la micro en Bellavista y caminé hacia la plaza Aníbal Pinto para subir a mi casa en el cerro; voy pasando por la plaza Cívica y un perro callejero, de esos que abundan en el puerto, me huele la desconfianza y me pega la odiada, GUAGUAGUAGUAU! y wea, haciendo amago de mascarme las canillas, grande el cabrón; a unos diez metros un radiopatrulla estacionado baja el vidrio y un paco joven con aspecto de teniente sigue la escena con atención. El perro me va a morder, así que para defenderme hago ademán de coger una piedra del suelo, aunque como ahí es puro pavimento no había un puto guijarro, y hago como que se la voy a tirar intentando disuadirlo, y mientras ocurre esto veo que el paco abre la puerta del radiopatrulla y me interpela en voz alta y firme de superhéroe con las siguientes palabras: “A ver!, ¡¿Qué te pasa con el perro?!...”.
O sea, yo he visto que los pacos en general trabajan bajo presión y a menudo en peligro, por lo que me explico que a veces sobrerreaccionen o no den la respuesta más adecuada, pero…el perro estaba a punto de morderme, él había visto toda la escena y estaba prestándole ropa AL PERRO. Eso si que no lo entiendo si no concluyo que entre el paco raso abunda la falta de criterio y la autoimagen simplona del héroe. Claro, encontré la wea tan irracional que le ladré algo como “vohehtailoco, weon?!! ¿no estai viendo que me quiere morder??? Andate a la jbcuxxxo!!”. Yo creo que puse tal cara de indignación que el weon no me dijo nada más y hasta el perro se asustó.