Ya viene, ya se nos viene, ya llega!...Me gusta el verano!...Me gusta el sol sobre la piel, sobre todo con un buen paisaje por delante, buena compañía y una cerveza bien helada en la mano a cualquier hora del día. Los primeros veranos de mi vida los asocio al campo que era donde pasábamos las vacaciones con mi familia: largas hileras de álamos, duraznos debajo de los sauces a la orilla de las acequias, primos que andaban a pata pelá cazando lagartijas con crines de caballo y pájaros a hondazos e historias del Diablo que era un ser presente y ubicuo. Me acostaba temprano y dormía en piezas frescas de casas de adobe y oía gallinas y la radio al despertar. Cada día era levantarse para ir a descubrir el mundo arriba de los árboles o explorar el cerro buscando monstruos imaginarios. Después recuerdo la playa, recién descubierta a los siete años, el mar, y ya entonces intuí que íbamos a tener una relación estrecha. Jugamos incansablemente a que me persigue y yo arranco, y a que me marea mientras me quedo de pie en la orilla mirando la resaca en el suelo…eeeeeeeeehhhh!! (me marié…)
Más tarde fue de nuevo el campo a los 10 años en la casa de verano del tío Osmán, de Linares hacia las montañas; ya sabía nadar y comía moras todo el día (excepto los nublados que eran excelentes pa ir a buscar avellanas), y me bañaba en un río de aguas cristalinas y frías ¡Delicioso!. Ya a los 16 empezaron los viajes aventureros con los amigotes: con David por el litoral central, con dos amigos a una playa del sur: 12 días durmiendo debajo de un árbol arriba de una dunas y una borrachera con tinto y leche condensada tras una noche de pachanga con orquesta en la única quinta del pueblo…17 y notables paseos de fin de año con mis compinches a Pichilemu, más creciditos, cheleando la tarde, tasando las pollitas y volviendo al atardecer salados, mojados, con arena en el culo y sal y sol en la piel para llegar a la ducha fría y la once-comida que nos dejaba tonificados y al pie del cañón pal carrete de la noche…¡Cuántas conversaciones profundas!¡Cuántos momentos felices!¡Cuántas anécdotas y amores fugaces, hermosos por eso mismo: por que eran de fantasía y así se conservan en la memoria!...Mochileos al sur a los veintialgo, vegetación exuberante y lluvias que capeamos con melón y vino dentro de la carpa…carpas levantadas en las montañas, con fogatas a la luz de las estrellas y uno queriendo repensarse la vida entera aprovechando la soledad y el aislamiento pa terminar cachando que lo que hacía falta era precisamente eso: desconectarse y dejar de pensar en solucionar los problemas...!
Me gusta esa arrogancia de la vida en el verano: hasta el mar muestra sus mejores colores: sus blancos más espumosos y sus verdes más esmeraldas; me gusta que la gente cambie, se exceda y se haga tatuajes falsos de henna (picantes las weas…), se ponga aros por todos lados y le compre pulseras y collares a los hippies; me gusta ese sabor a cacería de aventuras, ese florecimiento vital-sensual que trae consigo y que arde con intensidad, y que se quema rápidamente como el pasto de primavera bajo el sol en el estío…el olor del aceite de coco me enciende y me hace respirar profundo y ronco, el mar me llama a correr y abrazarnos y a deslizarme de guata encima de una tabla de plástico (lo más parecido a una alfombra mágica); me gusta correr en bicicleta y mirar a la gente, a los niños en la playa, a los jóvenes repitiendo los mismos gestos, la dulce guerra de los amores en las miradas, poner todos los músculos en tensión, sentir el cuerpo, la fuerza, la vida!...Y llamar por teléfono para compartirlo con los otros y ponerse al día, aprovechando, hacer balances del año recién terminado y votos de esperanza y voluntad para el que empieza…aunque si uno lo piensa fríamente, el mundo está como el pico, pero igual, qué más da: no por eso no nos vamos a reír; ¿Qué más parecido a una fiesta interminable, a una celebración de la vida?. Me gusta por que la música es la reina también, y a mi me gusta la música.
Se supone que debería estar trabajando en un artículo sobre los problemas del mundo contemporáneo y estoy escribiendo weas en el blog…en fin, iba a escribir y me salió esto. Creo que lo tenía atravesado hace días; ya, me pongo serio y a la pala.
Más tarde fue de nuevo el campo a los 10 años en la casa de verano del tío Osmán, de Linares hacia las montañas; ya sabía nadar y comía moras todo el día (excepto los nublados que eran excelentes pa ir a buscar avellanas), y me bañaba en un río de aguas cristalinas y frías ¡Delicioso!. Ya a los 16 empezaron los viajes aventureros con los amigotes: con David por el litoral central, con dos amigos a una playa del sur: 12 días durmiendo debajo de un árbol arriba de una dunas y una borrachera con tinto y leche condensada tras una noche de pachanga con orquesta en la única quinta del pueblo…17 y notables paseos de fin de año con mis compinches a Pichilemu, más creciditos, cheleando la tarde, tasando las pollitas y volviendo al atardecer salados, mojados, con arena en el culo y sal y sol en la piel para llegar a la ducha fría y la once-comida que nos dejaba tonificados y al pie del cañón pal carrete de la noche…¡Cuántas conversaciones profundas!¡Cuántos momentos felices!¡Cuántas anécdotas y amores fugaces, hermosos por eso mismo: por que eran de fantasía y así se conservan en la memoria!...Mochileos al sur a los veintialgo, vegetación exuberante y lluvias que capeamos con melón y vino dentro de la carpa…carpas levantadas en las montañas, con fogatas a la luz de las estrellas y uno queriendo repensarse la vida entera aprovechando la soledad y el aislamiento pa terminar cachando que lo que hacía falta era precisamente eso: desconectarse y dejar de pensar en solucionar los problemas...!
Me gusta esa arrogancia de la vida en el verano: hasta el mar muestra sus mejores colores: sus blancos más espumosos y sus verdes más esmeraldas; me gusta que la gente cambie, se exceda y se haga tatuajes falsos de henna (picantes las weas…), se ponga aros por todos lados y le compre pulseras y collares a los hippies; me gusta ese sabor a cacería de aventuras, ese florecimiento vital-sensual que trae consigo y que arde con intensidad, y que se quema rápidamente como el pasto de primavera bajo el sol en el estío…el olor del aceite de coco me enciende y me hace respirar profundo y ronco, el mar me llama a correr y abrazarnos y a deslizarme de guata encima de una tabla de plástico (lo más parecido a una alfombra mágica); me gusta correr en bicicleta y mirar a la gente, a los niños en la playa, a los jóvenes repitiendo los mismos gestos, la dulce guerra de los amores en las miradas, poner todos los músculos en tensión, sentir el cuerpo, la fuerza, la vida!...Y llamar por teléfono para compartirlo con los otros y ponerse al día, aprovechando, hacer balances del año recién terminado y votos de esperanza y voluntad para el que empieza…aunque si uno lo piensa fríamente, el mundo está como el pico, pero igual, qué más da: no por eso no nos vamos a reír; ¿Qué más parecido a una fiesta interminable, a una celebración de la vida?. Me gusta por que la música es la reina también, y a mi me gusta la música.
Se supone que debería estar trabajando en un artículo sobre los problemas del mundo contemporáneo y estoy escribiendo weas en el blog…en fin, iba a escribir y me salió esto. Creo que lo tenía atravesado hace días; ya, me pongo serio y a la pala.